Estamos en una época extraña, en la que la sociedad de polariza escudándose en en izquierdas y derechas. Así, vivimos un tiempo en el que las redes sociales se llenan de improperios e insultos al que no piensa igual que uno. Pero, ¿realmente hay alguien que piense exactamente igual que su vecino? Yo lo tengo claro: cada cual es cómo es y nada puede hacerlo cambiar. Y nada debe hacerlo cambiar, habría que decir.
Tratar de imponer nuestras ideas propias a terceros (o segundos, tanto da) es caer en la intolerancia más profunda. La que afecta al ser mismo de la persona. La que coarta lo único que realmente nos hace libres: la capacidad de pensar y tener nuestras idas. Porque las opciones a elegir nos las pueden coartar. Nos pueden impedir coger un camino u otro. Comprar tal o cual cosa también es sencillo de prohibir. Pero entrar en nuestras mentes e impedirnos pensar es imposible.
Sin embargo, en estos días, vemos cómo se trata de anular ciertas ideas e ideologías con el uso de la violencia (a Dios gracia) verbal por ahora. Pero el problema es cuando se vuelve a escuchar el cara el sol, o que ha llegado la hora de la revancha y dejar otros cuerpos en la cuneta. Y hacerlo por gente que, como yo, no vivió la Guerra Civil. Una guerra que lleva 80 finalizada y de la que ya quedan pocos supervivientes. Pero que sigue viva en el odio y el rencor de niños (sí, niños) de poco más de 20 años que creen que están en una verdadera batalla por la supremacía de sus ideas.
Tratar de imponer nuestras ideas propias a terceros (o segundos, tanto da) es caer en la intolerancia más profunda. La que afecta al ser mismo de la persona. La que coarta lo único que realmente nos hace libres: la capacidad de pensar y tener nuestras idas. Porque las opciones a elegir nos las pueden coartar. Nos pueden impedir coger un camino u otro. Comprar tal o cual cosa también es sencillo de prohibir. Pero entrar en nuestras mentes e impedirnos pensar es imposible.
Sin embargo, en estos días, vemos cómo se trata de anular ciertas ideas e ideologías con el uso de la violencia (a Dios gracia) verbal por ahora. Pero el problema es cuando se vuelve a escuchar el cara el sol, o que ha llegado la hora de la revancha y dejar otros cuerpos en la cuneta. Y hacerlo por gente que, como yo, no vivió la Guerra Civil. Una guerra que lleva 80 finalizada y de la que ya quedan pocos supervivientes. Pero que sigue viva en el odio y el rencor de niños (sí, niños) de poco más de 20 años que creen que están en una verdadera batalla por la supremacía de sus ideas.
Si en toda Europa crece la extrema-derecha, como antes creció la extrema izquierda, en España no somos menos. Nos gustan los extremos, es algo que la Historia no has enseñado. Como nos gusta matarnos entre nosotros, eso también lo enseña la Historia. Y no importa de que lado se lance la primera piedra, ni el motivo para lanzarla. Al final, hay alguien que esconde el mano después de haber creado el caldo de cultivo necesario para separarnos.
Para los que, como yo, creemos en el valor de la moderación y la tolerancia y que creemos que cualquier violencia (física y verbal) hace que las ideas pierdan su valor, es complejo ver esta sociedad. Complicado porque veo como se recortan todas nuestras libertades, y también la de pensamiento. Complicado por ver como salen partidos que desean acabar con los derechos del otro (ya sea gay, inmigrante, cazador, cristiano,...) sin ver que los derechos se regulan pero no se cortan.
Espero de corazón que sigan existiendo redes sociales en las que lanzar eslóganes populistas y violentos. El día que salten a la calle, otro gallo cantará y acabaremos, otra vez, como el rosario de la aurora.
Por cierto: un gobierno de PP-C's-Vox en Andalucía es tan legitimo como el gobierno socialista en Madrid acompañado de todo el espectro de la izquierda española. Es lo que tiene la democracia, que pueden no gustarnos las ideas del otro, pero debemos respetarlas.
Por cierto: un gobierno de PP-C's-Vox en Andalucía es tan legitimo como el gobierno socialista en Madrid acompañado de todo el espectro de la izquierda española. Es lo que tiene la democracia, que pueden no gustarnos las ideas del otro, pero debemos respetarlas.
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