El 12 de octubre se ha convertido en un día marcado por la polémica en España. Fiesta Nacional de España, en la península y Día de la Raza o del Descubrimiento en casi toda Hispanoamérica, cabría preguntarse porqué hemos terminado convirtiendo una festividad que debería ser de unión entre pueblos en una nueva división patria.
Para mí, la respuesta es sencilla: como españoles que somos, somos cainitas y belicosos por naturaleza. Necesitamos cualquier excusa para poder atacarnos unos a otros, y en la era de internet hemos encontrado en las redes sociales lo que antes encontrábamos en las calles. Y, a eso, hay que unirle nuestro pesimismo vital y la más que consabida idea de que todo lo nuestro —salvo Iniesta y Pau Gasol— es peor que lo del resto. Así, asumimos a pies juntillas una Leyenda Negra creada por los ingleses —que siempre nos odiaron por saberse peores— que habla de la llegada de los españoles a América como si del fin del mundo se tratase.
El problema, es que otra parte de la sociedad hispana, cree a ciencia cierta en la leyenda Dorada en la que el buenismo gana puntos sobre la verdad. Y la verdad es que no fue todo ni tan malo ni tan bueno. Fue una conquista cruel, como era normal en aquellos siglos, no más que la de otros reinos coetáneos. Pero se nos olvida el legado que surgió de aquellos momentos.
Del 12 de octubre de 1492 nace toda una cultura conjunta, en la que la lengua, la religión y el pasado común nos hace tener un futuro que debe, necesariamente mirar en una misma dirección. En un mundo en el que deben desaparecer las fronteras, la existencia de pueblos hermanados a uno y otro lado del Atlántico nos hace más fuertes. Los lazos que nos unen, aun hoy, son incontables. Somos, unos y otros, herederos de una Historia conjunta que se forjó a base de dolor, sangre y sufrimiento para el pueblo —los reyes y privilegiados nunca sufren mal— y es eso lo que debe celebrarse hoy. Lo que el pasado nos da y nos hace ser y las posibilidades que tendremos en el futuro.
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