… El Capitán alzó la espada, se irguió cuan redondo era, miró a Hernán y sus ojos mostraron que la muerte sería la única solución. Y también que no sería la suya la que se cobrase aquella tarde. Fat, el más temido de los hombres que navegaban al sur de América, había sido cruel, violento y sin piedad hasta que topó con La Marabunta y ahora, el hambre, recuperaba lo peor de él. Ninguno de los presentes aquella tarde, en aquella isla, hombre, mujer o gato, olvidarían jamás lo ocurrido. Fat, el orondo y simpático capitán, se convirtió en el terrible capitán que llenase de terror las costas americanas. El que atacase cada barco, cantina, cocina desde Patagonia hasta La Florida. Nadie, absolutamente nadie, podía entender como aquel demonio rechoncho era tan ágil, tan rápido, tan mortífero. Y menos que nadie Hernán, su enemigo, el eterno rey de los gatos, de la terrible Isla de los Gatos, que observaba anonadado el cambio producido en su adversario. -No te quedarás con mi cocinera