Esta semana nos levantamos con la
sorpresa de que la ciudad de Cádiz quedaba excluida del plan “Ciudades Milenarias”,
que la Junta de Andalucía va a iniciar para potenciar el turismo en Córdoba,
Sevilla, Málaga y Granada. Inmediatamente saltaron las voces acusando de
partidismo a la decisión, obviando que las cuatros ciudades mencionadas también
están gobernadas por el PP. Es cierto que, el mismo día que la noticia saltaba a
la prensa, el gobierno andaluz reculaba incluyendo a la ciudad más antigua de
Occidente dentro del plan de ciudades milenarias.
Pero el olvido debe hacernos
pensar en la situación turística de Cádiz. La ciudad cuenta con todos los
condicionantes para ser uno de los mayores de reclamos de Andalucía. Sin contar
con la magnificencia de elementos singulares como la Alambra o la Mezquita,
muestra un centro histórico único en el mundo. Un lugar en el que puedes pasear
por una ciudad que ya lo era en el siglo VIII a.C., y que tiene restos que te
permiten hacerlo: Desde el teatro cómico hasta la ciudad industrial del XX,
pasando por la casa del Obispo, el teatro romano, la plaza fray Felix, la
muralla de la villa, los arcos de El Pópulo y los Blanco. El trazado urbano del
XVII, la ciudad del XVIII y la última gran catedral europea. Sin embargo la
ciudad no termina de despegar. Y la ausencia de Cádiz en el plan debe hacernos
pensar.
Es cierto que en los últimos años
el Ayuntamiento ha puesto de su parte para mejorar la atención al turista.
Desde las famosas líneas en el suelo –que destrozan visualmente el entorno,
además de ser de escasa ayuda al foráneo- hasta la instalación de diversos
centros de atención al turista. Aun así, la ciudad no cuenta con buenas guías
en otro idioma que no sea el español; y casi mejor, pues el pasado año pudimos
ver horrorizados un lamentable folleto bilingüe repartiéndose en comercios y
centros de turismo. Buscar en internet nos lleva al mismo desierto: no existen
webs especializadas de turismo; no contamos con una blue-card (tarjeta turística
que se usa en media Europa y que permite entrar con un precio estable a múltiples
recintos, sin desagradables sorpresas); No existen espectáculos típicos destinados
al turista: conciertos de música clásica –tenemos grandes autores como Falla-, espectáculos
de carnaval o flamenco a precio módico y adaptado al visitante extranjero, … ;
la mayoría de las tiendas no cuentan con un horario acorde a lo que busca el
visitante, exactamente igual que los bares, que parecen olvidar que los
horarios de comidas y cenas de los europeos no se asemejan a los nuestros. Y
eso cuando no ven al “guiri” como un monedero andante al que sacarle el dinero
pues a mayoría de los bares no muestras sus cartas –en varios idiomas- en la
puerta de los locales. A eso se le une la escasa preparación idiomática, la
falta de empresas de guias turísticas que enseñen la ciudad sin la necesidad de
hacerlas teatralizadas y un peligroso apoyo en guias voluntarios y
voluntariosos pero carentes de preparación.
Por eso el olvido no lo es tanto.
La ciudad de Cádiz es una ciudad cargada de historia, pero no es turística. No
lo es desde el momento en el que el crucerista –que hoy es nuestro mayor
visitante- tiene que desembarcar en unas instalaciones tercermundistas,
cruzando un muelle de carga, entre contenedores y vehículos rodados, que,
además, está cerrado a la ciudad. Mirar a Málaga o Sevilla, que carecen de
elementos singulares como si tienen Córdoba o Granada, debería servirnos de
acicate para comenzar a trabajar en la única industria que, hoy por hoy, puede
generar riqueza en la ciudad. Creerse que con las mejores playas de Europa vale
para atraer a un turismo que deje dinero, es vivir en un mundo irreal. Es
convertir el eslogan de la ciudad que sonríe, en una sonrisa bobalicona, del
que se cree tan bueno que, por sí mismo, va a lograrlo todo sin esfuerzo.
La ausencia inicial de Cádiz en
el plan de ciudades milenarias, debería servirnos de aviso. Debería llevarnos a
todos (Ayuntamiento, comerciantes, hosteleros, historiadores, guías ) a levantar
la vista de los atardeceres y comenzar a trabajar todos juntos para traer a
Cádiz al siglo XXI. Los viajeros románticos murieron con el romanticismo; ahora
el turista busca mucho más.
Comentarios
Aún así, parece ser que finalmente el tal Rafael Rodríguez, director del plan, no ha tenido más remedio que meter, lógicamente a Cádiz.
Y claro, como Jaén y Almería tampoco tienen AVE y están tan lejos, pues no existen.
Qué barbaridad más bárbara.