La nave bogaba libremente, con
los hombres tumbados en cubierta: ahora comiendo, ahora jugando a naipes, ahora
cantando, ahora bebiendo, ahora borrachos. Desde el envite con Montesimios, La
Marabunta vagaba a su antojo por el mar Océano, con los hombres desperdigados
por el navío y hastiados ya de tanta paz.
-Estoy harto de tanta agua- dijo
por fin Borough mirando la cristalina copa de cristal que portaba - ¿Es que no
hay ni un trozo de tierra por aquí?
-Parece que no – la Rubia
apareció con un rico estofado de bacalao ahumado- Y yo estoy cansada de tanto pescado.
-¿Qué queréis que haga? ¿Acaso
tengo yo la culpa de haber destrozado el velamen? –Fat trató de alcanzar un
trozo de comida de la bandeja –Disfrutad de los manjares que el mar nos aporta.
De la paz y la tra…
-¡Allí! –gritó el Nutria, no
desde el carajo, pues no había, sino desde proa- O mis ojos me engañan o
aquello es una isla.
Los hombres miraron al vigía,
esperando ver aquello que él veía sin ser capaz de distinguir más que una
lejana mancha en el horizonte, que poco a poco fue haciéndose visible para todos:
una verde silueta que pronto mostró playas de aguas calmas y blancas arenas;
bosques que llegaban casi hasta el mar donde no culminaban en escarpado
acantilados. Los marinos sonrieron y se abrazaron felices, pero Fat creyó
recordar aquel lugar. Una extraña sensación de desánimo recorrió su alma y se
levantó bruscamente. Farfullando irreproducibles palabras se encaminó a su
camarote, con Borought siguiéndole a la zaga en zigzagueante caminar hasta el
camarote.
-¿Dónde diantres están las cartas
náuticas? –bramó por fin.
-Las tiramos con todo lo demás,
Fat- Vasques había entrado seguida de Marco Antonio y la esclava Rubia, que
depositó la comida en una bandeja al alcance del capitán; que alargó la mano y
comenzó a comer mirando por la ventana –Pero no hace falta nada para saber
dónde estamos.
-No quiero volver ahí –musitó la
Rubia –Salí hace demasiado para volver a caer en el mismo lugar. Antes de esa
maldita isla era libre, ahora pertenezco a este barco.
-Me perteneces a mí- repuso Fat-
no creo que eso sea tan malo. No al menos como lo que puede ocurrir.
-¿Creéis que puede seguir allí? –
Marco Antonio les miró con preocupación –Siempre fue raro encontrarlo fijo en
un solo puerto.
-Esa isla no es un puerto, Marco,
es el destino final…
-Que de gatos… -Borought estaba vomitando
por la ventana sin retirar la mirada de la isla.
-Entonces es definitivo, él está
aquí.
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