Este pasado domingo fueron las elecciones en el País Vasco
y Galicia. Dos comunidades que, por su singularidad, sirven de reflejo a lo que
está ocurriendo en el país. Y los resultados son más que claros:
1º.- Un aumento importante del
nacionalismo. Fenómeno que parece circunscribirse a las comunidades del norte (principalmente País Vasco y
Cataluña) y que, sin embargo, se está dando en toda Europa. Ayer mismo saltaba
la noticia de que Venecia
(con todo el Venedeto) se plantea su independencia, con el apoyo de más del 70%
de la población. Y la semana pasada teníamos la aprobación del referéndum de
independencia en Escocia. La situación de crisis actual, y el predominio
político de Alemania, parece mostrar un rechazo al europeísmo, pasándose de una
desaparición paulatina de fronteras al crecimiento de los nacionalismos
excluyentes (entendiéndose por estos los que buscan la independencia de
pequeños territorios que mantuvieron en el pasado cierto grado de independencia
o con importantes singularidades culturales).
Y el crecimiento exponencial de
Bildu en el País Vasco y BNG y, sobre todo, la irrupción de EGA en el
parlamento gallego, muestran la clara tendencia independentista en nuestro país que ya hemos podido sentir desde la Diada catalana.
2º.- Descenso de la
participación. En ambas comunidades la participación ha bajado respecto a las
últimas elecciones. Decir que la población está hastiada de la política es
redundante, pero es la realidad. El sistema actual está caduco y es necesario un
cambio que lleve a una mayor democratización de los procesos electivos en
nuestro país. Además, y no debe olvidarse, existe una corriente contraría a la
participación en las eleccionesm que en las pasadas Elecciones Generales fue
publicitada desde sectores del 15M. El mensaje ha calado y termina favoreciendo
a los partidos principales (PP en Galicia, PNV en País Vasco), sobre los
pequeños.
3º.- Descalabro del PSOE. Quizá
sea el aspecto más importante y se vea mejor en Galicia que en el País Vasco.
Ambas elecciones eran esperadas por los partidos de la oposición por un posible
voto de castigo al gobierno, pero el resultado ha sido inverso. El
partido castigado ha sido el PSOE, lo que ha provocado un aumento de la mayoría
absoluta del PP en Galicia. En el País Vasco, el ascenso del PNV (derecha
nacionalista) parece haber asumido el voto perdido por el PSE-EE, que ha realizado una política cercana a la que legislaturas anteriores llevó el propio PNV, radicalizando sus posturas en el ámbito de la independencia.
Precisamente este último punto es el más interesante. ¿Por qué la población continúa castigando a un PSOE que parece ir a la deriva? La respuesta está en la misma pregunta. Tras el descalabro en las Elecciones Generales, el PSOE no ha tomado medidas. No ofrece alternativas más allá del “y tu más” y en sus rostros principales siguen viéndose a los “culpables” de la crisis. Rubalcaba es un peso muerto, un lastre que hunde al principal partido de la oposición tras llevar casi 30 años en primera línea política. Además, la propia fragmentación del partido, que puede verse a todos los niveles y que recientemente hemos vivido en Cádiz, por la “caza” de puestos de poder en la Administración no ayuda para nada al PSOE. Y, a eso, se le puede unir la radicalización de la izquierda en los últimos años ha conllevado que el PSOE pierda votos por abajo (los sectores más jóvenes de la población) que han marchado a IU o, simplemente, se muestran descontentos con el sistema y no acuden a votar. Pero también está perdiendo votos por arriba (la población de mayor edad) que, sobre todo en ciertas zonas como Andalucía, era favorable a la izquierda por el recuerdo de lo vivido en la dictadura franquista. Pero muchos de aquellos votantes a los que el miedo a la vuelta de Franco podía movilizar han fallecido tras casi 35 años desde el final de la dictadura. Sin embargo, el PSOE, no ha cambiado el discurso y sigue sacando a la palestra términos trasnochados como "fascismo" para referirse al PP.
Eso nos lleva a pensar que el
PSOE necesita cambiar el discurso y de personas. Debe centrarse en una
oposición positiva, realizando propuestas de gobierno que sean factibles e,
incluso, llegando a la firma de pactos de Estado en aspectos que necesitan un acuerdo
global como la Educación, la Sanidad o la Economía. Pero, por ahora, se centra
en la confrontación y eso, ante el hastío político actual, solo le lleva a
perder votos. Sobre todo ante un Partido Popular con un electorado firme en sus
convicciones y que ha demostrado tener una solida base social que fluctúa
dependiendo del apoyo de la clase media al PSOE. Pero también debe realizar un
cambio generacional lógico, situando al frente del partido nuevos rostros con
la preparación adecuada y no cayendo, como vemos en Andalucía, en la endogamia
de hijos y sobrinos de antiguos líderes que, sin oficio ni beneficio, ascienden
dentro del partido para acabar ocupando sillones en ayuntamientos y diputaciones.
Sí el PSOE quiere ser alternativa, tiene que buscar su propia alternativa. En caso contrario, como se vea un pequeño repunte económico en el país, pasarán muchos años antes de su vuelta a los gobiernos.
Sí el PSOE quiere ser alternativa, tiene que buscar su propia alternativa. En caso contrario, como se vea un pequeño repunte económico en el país, pasarán muchos años antes de su vuelta a los gobiernos.
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