-¡Quitádmelo!¡Quitádmelo! –gritaba
Fat dando vueltas sobre sí mismo como un perro intentando morderse la cola
-¿Qué es? ¿qué es?
Los hombres se reían, viendo al
capitán girar cual peonza hasta que el lento, pero impasible, movimiento terminó
con el grueso capitán rebotando contra las tablas de cubierta. Bocarriba
trataba de coger aire y recuperarse de mareo que el movimiento le había
producido, mientras un pequeño pulpo huía por su cuerpo en dirección al mar.
-Fat, ¿te levantas? –preguntó Vasques
preocupada –Has perdido el combate con Jappy, así que me temo que ahora le
pertenecemos.
-Y es poco elegante acudir
borracho a entregar tu navío –dijo Lady Chodna apareciendo junto a los marinos
mientras se atusaba el rizado pelo y mandaba una sonrisa más que picarona a un
marinero francés que trataba de volver a su barco, viendo desesperado la
inmensidad que ahora les separaba-Deberías reponeros, capitán.
-¿Where you hallabais, my señora?
–preguntó sir Charles con una sonrisa traviesa que obligó a desviar la mirada
de lady Chodna desde el francés hasta el lugar al que se dirigía su bota: la
entrepierna del escocés.
-¡Tus deads! –susurró apoyándose en
D’Orange, que saltó a un lado para evitar la ira de la dama.
-¡A mi, señora! –fue capaz de
decir antes de recibir un sonoro bofetón.
-¿Y ahora que hacemos?-preguntó
Marco Antonio dirigiendo la conversación, como buen timonel, hasta un lugar
importante –Que Jappy es un gran tipo.
-Mejor que éste –dijo Borough pegándole
una patadita a Fat dónde el rojo líquido le brotaba del pecho.
-¡Le vas a hacer daño!- grito
Mamonuth, siempre atento a su capitán.
-¡Y una mierda!-repuso Borough escurriéndose
el agua del jubón –Que bajo el mar he descubierto lo profundo de su herida.
-¡Eh!- respondió Fat intentando
levantarse para resbalarse y rodar dos vueltas de campana sobre si mismo por la
cubierta -¡Que profundo ha sido! Si no llega a ser por lo bien escondido que
tenía los tomates ahora estaría muerto.
-¿Tomates?-gritó la Rubia- ¿Me
has robado tomates de mi cocina?
-La cocina es mía ahora, como
todos vosotros- Jappy había vuelto a la Marabunta con aire triunfal, y miraba a
Fat intentando levantarse con la ayuda de los artilleros haitianos.
-¡La cocina es mía y ni se te
ocurra poner un pie dentro de ella! – la esclava Rubia amenazaba con un apio al
conde de Montesimios, que reculaba ante la ferocidad del ataque –Y ¡tú!- le
gritó a Fat que trataba de escabullirse escondiéndose tras Fantasmas, con el ridículo
consiguiente de parecer que estuviera a punto de engullirlo como una ballena a
Pinocho-¿Por qué has cogido los tomates? ¡y no me digas que para comértelos!
-Para todo lo contrario –respondió
Lord Corba por él- El capitán…
-Excapitán- le cortó el Conde.
-El capitán –repitió Corba con
dureza – jamás os robaría un tomate para comérselo. En caso de robaros comida
se haría con alguno de vuestros bizcochos.
Las palabras de asentimiento se
unieron a las risas y a los comentarios sobre las grandezas culinarias de la
cocinera de La Marabunta. El propio Fat entró en discusión y el tono comenzó a
elevarse hasta que los cuchillos hicieron acto de presencia. Y los bizcochos
empezaron a emerger de las cocinas.
-Locos, como putas cabras-
escucharon decir a Jappy.
-¡Eso!- respondió Marco Antonio-
¡Que alguien traiga las cabras! Vamos a hacer una asadito ¿Quieres Jappy?.
-¡Capitán!- gritó.
-¿Qué?- respondió Fat.
-El capitán soy yo – dijo
Montesimios.
-Vale, el barco es tuyo, ¿nos lo
jugamos a ver quien come más?
Comentarios