-¡Levad anclas! ¡Desplegar velas! ¡Nos vamos!- gritó Fat avanzando
en lenta carrera sobre la cubierta de La Marabunta -¡Vamos, vamos! Por allí
mismo –dijo señalando el mar- Dónde sea, pero fuera de este puerto.
Sus hombres lo miraron, atónitos,
no tanto por la premura con la que mandaba poner pies en polvorosa como por
verlo correr. Algo que tan solo ocurría de muy tarde en tarde y únicamente si la
cerveza comenzaba a escasear o algún matasanos se acercaba hasta él por
sorpresa. Si bien es cierto que estos últimos, salvo caso de necesidad extrema,
solían terminar colgados del palo mayor durante varias horas.
-Capitán, what ocurre? –preguntó sir
Charles, con miraba traviesa, mientras se rascaba la cicatriz de la oreja
derecha- Who nos looking for?
-Fat, ¿no habrás?- Borough se levantó
cual alto era y miró desde arriba a su viejo amigo- No, hombre…. ¡Nos vamos!
Todos a sus puestos, creo que este cascajo navegará.
Marco Antonio dejó la pata de
cordero que se estaba comiendo y corrió al timón, presto a dirigir la nave al
incierto destino que le esperaba. Vasqués, segunda de La Marabunta, dirigía con
mano firme y rostro contrariado los movimientos de los hombres, mientras las
velas comenzaban a desplegarse y la enorme nave comenzaba a alejarse del puerto
entre gritos. El Nutria, subido a lo alto del carajo, lanzó una enorme risotada
antes de blasfemar en contra del capitán. Nadie, excepto él, lograba ver lo que
ocurría en la vieja. Ninguno de los piratas, putas, taberneros, curas y gentes
de mal vivir que habitaban el la nave podía entender que había ocurrido y, poco
a poco, fueron acercándose al corro formado por los más cercanos al capitán.
-Capitán –dijo D’Orange con su
exquisito acento francés- ¿podría indicarnos que ha ocurrido para que tengamos
que abandonar la isla con tanta premura?
-Pues, yo… Nada malo.
Excesivamente al menos- dijo el capitán mirando a Borough de reojo-Tan solo
visitar a un viejo amigo.
-Enemigo –rectificó Mutambo, la
hermana de Vasqués- Tú no tienes amigos.
-Alguno, espero- Fat se acercó a
Mamonunth que andaba despistado encordando una lira y buscando la mirada de una
joven indígena- Y él lo fue en otro tiempo.
-Claro, como nosotros lo somos
hoy –la Rubia se había acercado con una jarra de vino y un vaso que entregó a
lord Corba- pero mañana, si podemos, te lanzamos por la borda.
-¡Para qué! El capitán flota –El “Fantasma”
había hablado por primera vez en un mes y sus compañeros solo pudieron asentir.
-Reírse, eso es bueno –masculló el
capitán mientras vagaba su mirada hasta el puerto, donde un navío de velas
negras comenzaba su singladura…
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