Ya han pasado las elecciones
andaluzas y los resultados nos dejan unas claras consecuencias:
1º.- El PP ha ganado las
elecciones en Andalucía por primera vez en su historia, aunque no gobernará. El
electorado del PP le ha dado la espalda al candidato y muchos se han negado a
apoyar a Arenas y, algo me dice, mucho más ha costado votar a Antonio Sanz. El
Partido Popular necesita una regeneración en Andalucía que, necesariamente,
pasa por exiliar de la política a determinados individuos sin más oficios que
adular al superior. Antonio Sanz es un lastre, que se une al miedo de Arenas a
acudir a los debates públicos alegando el sectarismo de Canal Sur ha terminado
lapidando la ventaja que las encuestas daban al PP.
2º.- El discurso de Griñán no ha
calado, ha perdido casi 800.000 votantes y el miedo a la marea conservadora se
ha diluido hacia la izquierda. Curiosamente no ha pagado los EREs ni la
corrupción andaluza. Aún así es el gran perdedor. Puede gobernar –a no ser que
IU muestre altura de miras- y sale reforzado dentro del partido gracias a un
resultado menos malo de lo esperado. Lamentablemente Griñán parece salpicado
por la corrupción andaluza y eso le puede pasar factura; eso y el pizarrismo arraigado en el PSOE andaluz
con todo su sistema de clientelas. Una lástima porque sin duda el socialista es
el mejor político de cuantos se han presentado; un técnico que en otras
circunstancias podría haber hecho limpieza dentro de la Junta y, quién sabe, si
haber logrado la famosa tercera modernización de Andalucía. Ahora, en caso de
gobernar, estará sujeto a los deseos de IU.
3º.- Izquierda Unida ha sabido
movilizar a su electorado. Ha cogido el discurso del PSOE, lo ha hecho propio y
ha arrastrado muchos votantes de izquierda rentabilizándolos muy bien. Sin duda
es la gran vencedora de las elecciones y se convierte en llave, cerrojo y
puerta de San Telmo. Pero ahora le queda la papeleta más difícil: decidir qué
hacer. Puede aliarse con el PSOE, traicionando a una parte de su electorado que
ha llegado hasta ellos huyendo del PSOE; y a ese otro votante histórico que
considera el socialista un voto de derecha. Además, la inteligencia política de
Griñán puede jugar en su contra: darle hoy los 12 escaños al PSOE puede suponer
un descalabro en las próximas elecciones.
Le queda una segunda opción:
seguir el ejemplo de Extremadura y abstenerse en el debate de investidura. Eso
le daría el gobierno andaluz al PP que estaría obligado a pactar sí o sí con IU,
que podría aliarse al PSOE para sacar adelante determinadas políticas
contrarias a las ideas populares, dándole mayor poder que en un pacto global de
izquierda. Además, le permitiría vender su independencia como uno de los grandes
valores de su política.
Aún así, decida lo que decida, se
ha de convertir en contrapeso al poder de los grandes partidos y esto es una de
las mejores consecuencias de las elecciones de 2012. Ante el rodillo del PP en
las nacionales, Andalucía ha mostrado estar en contra del bipartidismo y la
existencia de un partido bisagra permite un control más efectivo del poder autonómico
–siempre y cuando no acabe arrastrando los mismos males que el partido gobernante
y se apoltrone en el sillón-
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