Días atrás,
cuando arrancaba el carnaval, me lamentaba del gasto que supone la fiesta para
la ciudad y el Ayuntamiento en estos momentos de crisis. Ahora, que la Semana
Santa está en puertas, nos despertamos con la noticia de que el Ayuntamiento
libra 120.000€ para pagar subvenciones a Hermandades y Cofradías. Y no puedo
más que preguntarme si tiene sentido que, en plena crisis y con empresas proveedoras
al borde de la quiebra por impagos, se financie por el Ayuntamiento una
actividad que, de por sí y aunque con una representación pública, es privada.
Si las Cofradías no pueden salir un año deberían plantearse que el costo que conllevan la procesión pública es excesiva, y que deberían centrarse en una profesión privada. Al igual que con otras muchas cosas, parece que la Semana Santa ha perdido el norte de lo que fue; los cultos religiosos pierden sentido por el más y mejor: más títulos que engrandezcan los engrandecidos nombres que las titulan; más ornamentación en los pasos; mejores túnicas; más... siempre más. Como si la Semana Santa fuera una carrera para lucir mejor que la vecina y se han olvidado que es una festividad religiosa en la que se celebra el momento más importante para los cristianos: el sacrificio y resurrección del Hijo de Dios para renovar la alianza con los hombres.
Desgraciadamente, hoy en día, la Semana Santa -y salvando honrosas excepciones- parece tener más de carnaval que de fe. Más de fiesta pública que de recogimiento religioso. Y si ya como fiesta religiosa carece de sentido la subvención, con la crisis que tenemos encima mucho menos. Pero ya se sabe, Andalucía es tierra de charanga y peineta, de pito y cirio, de subvención y más subvención.
Si las Cofradías no pueden salir un año deberían plantearse que el costo que conllevan la procesión pública es excesiva, y que deberían centrarse en una profesión privada. Al igual que con otras muchas cosas, parece que la Semana Santa ha perdido el norte de lo que fue; los cultos religiosos pierden sentido por el más y mejor: más títulos que engrandezcan los engrandecidos nombres que las titulan; más ornamentación en los pasos; mejores túnicas; más... siempre más. Como si la Semana Santa fuera una carrera para lucir mejor que la vecina y se han olvidado que es una festividad religiosa en la que se celebra el momento más importante para los cristianos: el sacrificio y resurrección del Hijo de Dios para renovar la alianza con los hombres.
Desgraciadamente, hoy en día, la Semana Santa -y salvando honrosas excepciones- parece tener más de carnaval que de fe. Más de fiesta pública que de recogimiento religioso. Y si ya como fiesta religiosa carece de sentido la subvención, con la crisis que tenemos encima mucho menos. Pero ya se sabe, Andalucía es tierra de charanga y peineta, de pito y cirio, de subvención y más subvención.
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