Saben, últimamente me siento un poco Penelope -la esposa de Ulises no de Bardem- porque con la tesis siento que cada paso que doy hacia delante, doy catorce para atrás. Llevo varios meses con un capítulo sobre Canarias comprometido, pero cada vez que creo que estoy a punto de terminarlo, me veo obligado a rehacerlo porque un nuevo dato, un nuevo libro, una nueva fuente ha saltado hasta mi sudario propio.
Cierto es que yo no estoy esperando el regreso de mi amada ni nada por el estilo, pero me siento trabajando en una rueca que nunca termina de dar la vuelta; siento que cada puntada dada solo me sirve para deshacer lo hecho. Supongo que todo el que ha andado metido en una tesis se ha encontrado en esta tesitura: la de no saber donde parar por querer hacerlo todo lo mejor y más completo posible. Pero veo que tiempo pasa y que mientras mi base de datos crece y crece, mis textos se mantienen imperturbables o borran sus letras.
Puede ser, quizá, el hecho de andar embarcado en varios proyectos que, si Dios quiere, verán la luz este año: el libro de cuentos que ya casi vuela; la segunda de parte de Cabrón y mi participación en un libro de historia medieval gaditana. Puede ser que haya intentado abarcar tanto que mi mente haya dicho basta. Pero algo me dice que el problema nace de otro lugar, de la sensación de seguridad, de una especie de pasotismo que sólo puede curarse con presión. O puede, simplemente, que tenga miedo de acabar.
Cierto es que yo no estoy esperando el regreso de mi amada ni nada por el estilo, pero me siento trabajando en una rueca que nunca termina de dar la vuelta; siento que cada puntada dada solo me sirve para deshacer lo hecho. Supongo que todo el que ha andado metido en una tesis se ha encontrado en esta tesitura: la de no saber donde parar por querer hacerlo todo lo mejor y más completo posible. Pero veo que tiempo pasa y que mientras mi base de datos crece y crece, mis textos se mantienen imperturbables o borran sus letras.
Puede ser, quizá, el hecho de andar embarcado en varios proyectos que, si Dios quiere, verán la luz este año: el libro de cuentos que ya casi vuela; la segunda de parte de Cabrón y mi participación en un libro de historia medieval gaditana. Puede ser que haya intentado abarcar tanto que mi mente haya dicho basta. Pero algo me dice que el problema nace de otro lugar, de la sensación de seguridad, de una especie de pasotismo que sólo puede curarse con presión. O puede, simplemente, que tenga miedo de acabar.
Comentarios
Y Ale, ya sabemos que ningún amor es fácil, y que este nuestro por la historia es de los peores y mas dolorosos. Y a uno de los que más cuernos le caen, pero en el fondo sabes que moriras de su mano, así que ánimo con lo tuyo.