Peter Fechter no llegaba a los 20 años cuando trató de cambiar su vida. Junto a su amigo Helmut Kulbeik esperó a que los soldados se alejarán del muro para correr hasta la alambrada y saltar por una ventana hacia el corredor de la muerte. Creía que podría atraversarlo corriendo y, desde el Checkpoint Charlie volar libre a Berlín Oeste. Pero en el preciso instante que extendió sus alas sobre e muro y se alzó para pasar al otro lado, Peter fue alcanzado por los disparos de los soldados rusos y cayó en tierra de nadie mientras su amigo, a salvo, gritaba desesperado. Durante cincuenta minutos, sin ayuda, sin apoyo y a la vista de todos se desangró ante la impasible actitud de los sodados sovieticos. Los americanos, al otro lado del muro, nada pudieron hacer mas que lanzarle un botiquín y los ciudadanos berlineses, asombrados por
la situación, gritaban pidiendo a unos y otros que salvarán al joven;
pero nadie dió un paso al frente y, las dos de la tarde, Peter Fecther
fallecía convertido en el primero de otros muchos muertos: 260 personas se dejaron la vida en el Muro de Berlín)
La muerte le alcanzó, con apenas 20 años y pocos metros de la libertad. Desde el mismo instante de su muerte, fueron muchos los que lanzarón flores sobre su tumba.
La muerte le alcanzó, con apenas 20 años y pocos metros de la libertad. Desde el mismo instante de su muerte, fueron muchos los que lanzarón flores sobre su tumba.
Ahora, escucha y nunca volverás a hacerlo igual:
Tiene casi veinte años y ya está
cansado de soñar;
pero tras la frontera está su hogar,
su mundo y su ciudad.
Piensa que la alambrada sólo
es un trozo de metal
algo que nunca puede detener
sus ansias de volar.
Libre,
como el sol cuando amanece yo soy libre,
como el mar.
Libre,
como el ave que escapó de su prisión
y puede al fin volar.
Libre,
como el viento que recoge mi lamento y mi pesar,
camino sin cesar,
detrás de la verdad,
y sabré lo que es al fin la libertad.
Con su amor por bandera se marchó
cantando una canción;
marchaba tan feliz que no escuchó
la voz que le llamó
y tendido en el suelo se quedó,
sonriendo y sin hablar;
sobre su pecho, flores carmesí
brotaban sin cesar.
Comentarios