El hetero llegó corriendo, emocionado como una colegiala,
hasta el banco en el que estábamos sentados en Candelaria, hablando de lo
humano y lo divino en Bola de Dragón.
-He conocido a una chica monísima, guapísima, una diosa.
-¿Se parece a Bulma?- preguntó Ferdi
-¿A quién? No, no –dijo después de mirar una revista- no
tiene el pelo azul. Es rubia, con los ojos turquesa y unos… bueno ya sabéis.
No, no sabíamos, a esas alturas de nuestra infancia lo más
parecido a una chica que habíamos visto era a María y ella no se parecía a
diosa alguna por muy buena persona que fuera. María, nuestra María, que en
tiempos había enamorado al Hetero y que ahora bufaba intentando cambiar de
tema.
-Se llama Alex y es taaan….
No supimos que taaaan era, ni ganas que teníamos, pero lo
cierto es que el Hetero pasó todo el curso con ella, convencido de que sería el
amor de su vida. Tanto que, cuando al verano siguiente ella se fue de vacaciones
a Santander él se vino abajo y acabo ennoviado de una chica llamada Margarita.
Un día de ese verano el Hetero apareció por Candelaria
cabizbajo.
-¿Qué ha pasado?
-Margarita me ha dejado.
-Claro - dijo María que era amiga de Margarita-, le llamaste
Alejandra después de besarla.
Todos rompimos en carcajada, pues hasta nosotros sabíamos
que no había nada peor que llamar a una chica por el nombre de otra. Y el
Hetero aprendió la lección, tanto que, el otro día, después de años sin vernos,
me presentó a su nueva pareja.
-Hola Alex- le dije risueño.
-¿Cómo sabes que me llamo así?- preguntó él-¿A caso su ex también era Alex?
-Esto, yooo….
Pero así era, hacía mucho que el Hetero había descubierto
que si a una chica no le gustaba que le confundieran con otro, a un chico le
gustaba mucho menos que le confundieran con una exnovia y hacía años, casi
tantos como el transcurrido desde el bofetón de Margarita, que había encontrado
una solución: se propuso que todas sus parejas se llamaran Alejandra o
Alejandro. Y lo peor, es que lo consiguió.
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