Es mía. Toda. Y me la quieren quitar. Comprendo que en este mundo de incomprensibles la compresión hacia lo mío no exista convirtiéndome en un incomprendido. Pero ¡compréndanlo! llevamos tanto tiempo unido que a uno le cuesta desprenderse de lo que debería desprenderse, y me cuesta por mucho que me convenza. No importa saber que supone una pesada carga. Tan pesada que se convierte en parte fundamental de mi existencia. Y, aún así, en el fondo, comprendo que tengo que deshacerme de ella. Y lo haré, que remedio. En este mundo dónde la comprensión hacia ellas queda relegada a los Museos, no tengo más opción que dejarla marchar. Que cada uno siga su camino, quizá, así, yo sea más feliz –si es que se puede- y ella, seguro, que estará triste, se deshará en lagrimas sudorosas hasta desaparecer de esta tierra. Así que sí, desde ese próximo año 2011 le diré adiós, o lo intentaré, al menos, que luego en las fotos siempre me veo gordo.
Ni Aragón, ni Cataluña, ni Valencia son entidades anteriores a la Edad Media. Hasta 1163, con Alfonso II, no se distinguirá entre reino y corona de Aragón. En la Corona tendrán cabida todos los reinos, condados y señoríos que guardan algún tipo de dependencia con el rey aragonés. Esta existencia de diversas entidades autónomas en muchos aspectos, solo es entendible desde la expansión territorial a costa de los reinos musulmanes del sur. En esa expansión los nobles irán recibiendo tierras y beneficios. Expansión que acabará chocando con la realizada por el condado catalán. Con respecto a Cataluña, entrará a formar parte de la corona después del casamiento de Petronila (hija de Ramiro II de Aragón) con Ramón Berenguer IV, conde de Cataluña, quien, a pesar de ejercer como tal, no toma el título real. Durante el siglo XIII la Corona de Aragón continúa con su política expansionista hacía el norte, pero tras el Tratado de Almizrad de 1244 y la derrota de Pedro el Católico en Muret,
Comentarios