Hoy no escribo, me declaro en rebeldía y dedos quietos. Como la Guardia Civil, que está en periodo de ahorro de tinta. Me solidarizo con ellos, porque nos protegen en las carreteras y en las calles. Porque se juegan la vida por nosotros en cada arcén, en cada casa, en cada playa, en cada monte. Son nuestros ángeles guardianes, protectores vestidos de verde que se dejan la piel y la vida luchando contra la delincuencia y el terrorismo a cambio de muy poco. Que llenan tumbas y deján familias húerfanas por defender los derechos más básicos de los demás, mientras son acusados de reminiscencias pasadas que nada tienen que ver con ellos. Y cuando piden algo se les niega por poco que sea, ¡aunque fuera mucho!, ellos dan más, mucho más. La pasada semana enterraron a otro de los suyos muerto en un tiroteo, mientras una sanguinaria asesina salía a la calle. Y el gobierno sigue negándoles hasta el derecho a levantar la voz y usar la palabra.
Ni Aragón, ni Cataluña, ni Valencia son entidades anteriores a la Edad Media. Hasta 1163, con Alfonso II, no se distinguirá entre reino y corona de Aragón. En la Corona tendrán cabida todos los reinos, condados y señoríos que guardan algún tipo de dependencia con el rey aragonés. Esta existencia de diversas entidades autónomas en muchos aspectos, solo es entendible desde la expansión territorial a costa de los reinos musulmanes del sur. En esa expansión los nobles irán recibiendo tierras y beneficios. Expansión que acabará chocando con la realizada por el condado catalán. Con respecto a Cataluña, entrará a formar parte de la corona después del casamiento de Petronila (hija de Ramiro II de Aragón) con Ramón Berenguer IV, conde de Cataluña, quien, a pesar de ejercer como tal, no toma el título real. Durante el siglo XIII la Corona de Aragón continúa con su política expansionista hacía el norte, pero tras el Tratado de Almizrad de 1244 y la derrota de Pedro el Católico en Muret,
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