Llueve. Lleva días haciéndolo. Sumiendo la luz en triste gris. Cielos oscuros que lloran vidas impuras. Grisáceo caminar entre calles mojadas. Sobre baldosas resbaladizas que entorpecen nuestro paso. Llueve. Y la lluvia golpea corazones atenazados por la fuerza del todo. Resquebraja sentimientos ocultos. Llama a gritos emociones silenciadas por el repicar de las gotas sobre la venta. Llueve. Y el mundo se hace hermoso en la oscuridad del día lluvioso. Llueve. Y el romántico renace de sus sombras, acechando el final de la vida. Llenando de sentimientos cada instante. Olvidando una razón que encadena nuestras almas. Llueve. Y el hombre se hace humano.
Ni Aragón, ni Cataluña, ni Valencia son entidades anteriores a la Edad Media. Hasta 1163, con Alfonso II, no se distinguirá entre reino y corona de Aragón. En la Corona tendrán cabida todos los reinos, condados y señoríos que guardan algún tipo de dependencia con el rey aragonés. Esta existencia de diversas entidades autónomas en muchos aspectos, solo es entendible desde la expansión territorial a costa de los reinos musulmanes del sur. En esa expansión los nobles irán recibiendo tierras y beneficios. Expansión que acabará chocando con la realizada por el condado catalán. Con respecto a Cataluña, entrará a formar parte de la corona después del casamiento de Petronila (hija de Ramiro II de Aragón) con Ramón Berenguer IV, conde de Cataluña, quien, a pesar de ejercer como tal, no toma el título real. Durante el siglo XIII la Corona de Aragón continúa con su política expansionista hacía el norte, pero tras el Tratado de Almizrad de 1244 y la derrota de Pedro el Católico en Muret,
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