Sentado ante el ordenador relee la última palabra. “Adios”. Una despedida fría. Como cada palabra escrita en aquel papel inexistente. “Adios”. Encerrado en su burbuja de pantallas y ordenadores repite la palabra. “Adios”. Solo. Callado. Teclea una respuesta: “ok, un beso”. Le escuecen los ojos. Apaga la pantalla, se echa en la cama. Solo. Callado. Sollozando por la perdida de lo que nunca tuvo, esperando que suene el despertador para coger las llaves de una casa siempre sola y marchar a un colegio donde seguirá solo. Nadie. Sentado en su silla, sin esperanza de nuevas cartas mandadas por caminos imposibles que cubran el amor que no contienen.
Sentado ante el ordenador relee la última palabra. “Adios”. Una despedida fría. Como cada palabra escrita en aquel papel inexistente. “Adios”. Encerrado en su burbuja de pantallas y ordenadores repite la palabra. “Adios”. Solo. Callado. Teclea una respuesta: “ok, un beso”. Le escuecen los ojos. Apaga la pantalla, se echa en la cama. Solo. Callado. Sollozando por la perdida de lo que nunca tuvo, esperando que suene el despertador para coger las llaves de una casa siempre sola y marchar a un colegio donde seguirá solo. Nadie. Sentado en su silla, sin esperanza de nuevas cartas mandadas por caminos imposibles que cubran el amor que no contienen.
Comentarios