Y ya estaba casi arriba, cuando ocurrió. Escuché unos golpes, como si alguien llamara a la puerta golpenado el pasador. El viento -pensé- que mueve el llamador. Pero el llamador de metal estaba en mi lado de la puerta...
Juro que me paré en la escalera, mirando la puerta asombrado. En silencio. Esperando que aquello parase para acercarme y entrar por ella. Y entré, claro. Era eso o bajar las escaleras otra vez. Y soy un dios vago, dicen algunos. Así que, asombrado de que aquel pasador llamara hasta seis veces seguidas, elevandose pesadamente para volver a caer sobre la puerta, como avisando de mi llegada al interior, acabé cruzando el umbral.
Ya les digo, ayer pasé miedo. Como si el fantasma del que me rio se riese de mí. Aunque al menos, eso sí, es un fantasma educado y llama a las puertas antes de entrar... Y no me hice pipi
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Y sí, Sempi, de verdad