Observó satisfecho que la armadura había absorbido parte del ataque. La flecha había entrado en su cuerpo, y el golpe era considerable, pero nada que la magia no pudiese solucionar. Lo peor era la pérdida de sangre, aquello no era bueno, debía encontrar la salida. Pero el lugar por el que había entrado se encontraba varias decenas de metros más arriba y no se encontraba con fuerza para ascender. Un chillido estridente le avisó de la presencia de una rata, que corrió bajo él para perderse por una oquedad de la pared, por donde se escuchaba correr el agua.
Sarverius comenzó caminar por los túneles, buscando una salida y algún animal con el que alimentarse. Sin embargo, aquella agua estaba limpia, y parecía que era mantenida así gracias a la magia de la ciudad. Por más que buscó, no encontró ningún ser vivo. Tan solo le quedaba buscar la salida de aquel gran aljibe, y la corriente le indicaba donde estaba la salida. Un chapoteo se escuchó en el agua, como si alguien hubiera caído dentro de los túneles. Allí, cualquier ruido era mucho mayor. Sarverius contacto con sus animales. Intentó ver con los ojos de su búho, pero este ya le había avisado: alguien había entrado tras él.
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