Aunque últimamente, la criadora de los caracoles romanos -o hispalienses- andaba de capa caída. Tanto que, en este sin sentido camino de autoayuda que he recorrido en las últimas semanas, llegué a decirle el pasado lunes que había decidido que el miércoles sería un gran día. Y, miren ustedes por donde, lo fue. Logré aparcar cerca de donde iba ¡y sin tener que pagar zona azul!. Recibí una llamada del Servicio de Publicaciones de la Universidad, para que pasara por allí. Cosa que hice. Mi libro: Linajes gaditanos en la Baja Edad Media. Breve estudio de la oligarquía local (s. XIII-XV) verá la luz en julio y, en contra de las normas establecidas en la Universidad gaditana, será presentado. Dicen que hasta con presencia rectoral.
Pero no terminó la cosa ahí. A la hora de comer, mi amiga Irene me presentó a la madre de mi futura novia. Y, ¡oigan!, me cayó bien. Aunque aún no he conocido a “mi novia” ya es un paso adelante saber que caerás bien en la familia. Al volver por la tarde a la vieja Gades, logré aparcar en la puerta del trabajo. También de forma gratuita. Pasé una buena y entretenida tarde de charla con el militar muerto que recorre los pasillos que dan acceso a la Biblioteca donde trabajo. Y me contó que había sido destinado a Cuba y que se salvó del desastre del Almirante Cervera por los pelos: cogió piojos justo antes de embarcar y quedó en el puerto de Cádiz. La mala suerte quiso que, subiendo a la torre vigía del que fue Gobierno Militar antes que Centro Cultural Reina Sofía, se resbalara y cayera al pozo. Y hasta el día de hoy.
Finalmente marché a casa y, sin tener que dar una sola vuelta a la manzana, mi coche quedó estacionado justo frente al portal. Y, para colmo, ganó el Cádiz. Y no solo eso, sino que mi inspiración que andaba de capa caída, volvió a brotar y hasta un pequeño sainete cobra vida en mi mente verbigracia de Doña Natalia, que no Cuaresma.
Así que sí ¡caracoles! el miércoles fue un gran día. Ya solo me queda buscar escusa plausible y audible para acudir a la vieja corte taifal y saludar como se merece a la cuidadora de caracoles y a otros que pasan por allí. Tal vez, la presentación de un libro sea razón suficiente. Pero solo tal vez. Pues ya se sabe: el gaditano nace donde le da la gana, pero evitar salir más allá de Alcanate.
Comentarios
pero jamás me comeré un caracol :-P
Me alegro que hayas dedicado una nueva mirada a los caracoles y a las tierras hispalenses por mi culpa. Me alegro de que el miércoles fuese tan bien para ti. Enhorabuena por el libro que me firmarás cuando vaya a verte a la presentación que harás. Lo veo, lo veo.
Siento deciros que un caracol me da ternura por el concepto en sí, por llevar todo lo que tiene y lo que es consigo. No tiene más matices, sencillo, a su ritmo...
Aunque últimamente ando un poco de capa caída como bien dices, tus visitas y compañía virtual me ha animado muchos ratitos. Muchas gracias por el post Cathan, y por tu apoyo.
Besos.
Yo también soy otro asiduo de esa villa Savoy y sus caracoles, además de pasearme a menudo por el tuyo, aunque reconozco que no con la fidelidad que sin duda merecen tus textos.
Una bonita reflexión y unos bonitos comentarios que ayudarán seguro a Sempitenerna a volver a agarrarse bien esa capa.
Un abrazo.
Versus, se que soy un encanto, lo sé, fomra parte de mi divinidad. Pero no he dicho nada de tu blog que no sea cierto.
Y Javier, te aseguro que mis textos no merecen mucha fidelidad. Sin embargo algunos esperamos ya ansiosos la publicación de cierto libro que se rumorea será bueno. Y si se parece en algo, por poco que sea a tu blog, sin duda será muy bueno.
Un abrazo.