Me gusta porque habla de un tipo de amistad que sí conocí. De esa amistad de la infancia que, todos saben, algun día desaparecerá. Porque la vida es cruel con los amigos, pero más aún con los niños. Los Goonies nos habla de ese momento. De ese instante en el que todos se dan cuenta del final de una etapa. Cuando la especulación y los campos de golf (que no sabremos de esto en España) amenza la tranquila vida de la pandilla. Ese último fin de semana juntos se convierte en una aventura cuyo final es conocido por todos: la despedida.
Solo Mickey cree que el tesoro de Willy el “tuerto” esté escondido bajo la tierra. El resto le sigue para pasar unas últimas horas juntos. El final de los Goonies y el principio de una nueva vida. Aunque al final el cine es benevolo y un acto simple acaba salvando su amistad. No sabemos por cuanto tiempo.
Y es que esta película, más allá de ser buen cine de aventuras, nos ofrece una gran lección: el poder de la amistad. La amistad del grupo, que se adentra en el corazón de la tierra sólo por no desencantar a Mickey. La extraña y casi imposible amistad de Gordy y Sloth, que enriquece a ambos y, al final, a todos. Y las pequeñas cosas: un saco de cánicas que salva a todo un pueblo. No importa que el barco se vaya a pique. No importa que las riquezas de Willy el “tuerto” naveguen a un destino insospechado. Solo importa que Los Goonies seguirán juntos un año más. Al final, ese fin de semana, les trae el mayor tesoro del mundo: amigos.
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