Una voz corrió en ese momento entre los alumnos.... ¡Que viene el Padilla!... ¿quién era ese? Se preguntaran. Y ese era el director del Colegio, casi tan temido como el Porras, el anterior. Y el grito que partió de su garganta al entrar en el edificio nos paralizó a todos. El Cabeza asomó la ídem por la barandilla, con la firme esperanza de saber que ha pasado.
-Le han escupido en la Cabeza....
-Killo, que te va a caer el muerto...- una voz, carraspeó a mi lado, D. Enrique, el profesor de matemáticas, nos miraba sin decir nada, indicándonos que saliéramos de allí. Tarde. El Padilla ya subía las escaleras.
-Bermudez- que así se llamaba mi amigo conileño- ¿Se puede saber porque lo ha hecho?
-No he hecho nada.
-Eso dice usted siempre
-No, es cierto, no ha hecho nada. Estaba aquí conmigo.
El Padilla me miró, como diciendo: “Señor Fornell, cállese que con usted no va la cosa”. A mi siempre me mandaban callar. Yo era el niño bueno de la clase, el que no se metía en líos. El que solo acompañaba a los otros. Pero está vez mi amigo no había hecho nada. No importó. Le expulsaron del colegio un día, mientras el verdadero autor del crimen se escondía como un cobarde.
Al Cabeza le daba igual, estaba acostumbrado a comerse todos los marrones. Aunque no siempre fuera culpa suya. No siempre, claro.
Comentarios
bueno, hay otros relatos que me han gustado mucho más que éste. Espero que no te moleste. Se queda algo flojillo en comparación con los demás.
un besazo!
http://www.bittersweet.cl/images/galletas01.jpg
galletas, argggg..... (vease al gran Homer, babeando)
pd... me encantan esas con la punta de chocolate. jajaja