Carmen tiene tres hermanos, y un padre que es bueno porque no le pega. Solo duerme el alcohol que consume. Su madre ha muerto y, al nacer, le dejó la peor de las herencias: SIDA. Carmen era una niña arisca, callada, hasta hostil. Tal vez incomoda por las muchas heridas sin curar que cubrían su cuerpo. Hoy es una niña alegre, con una enfermedad controlada y toda una vida por delante.
Sus ojos lo dicen todo: mañana seguiré viva, si no me mata la malaria o el cólera, si mi país sigue viviendo en paz, si no me secuestran para prostituirme, si no me casan con un hombre que me maltrate. Mañana seguiré viva si tú, que estás al otro lado del ordenador, me tiendes tu mano y me ayudas a crecer. Y yo creceré con ella. Carmen es una niña, con dos nombres: Carmen María, es mozambiqueña y está acogida por las hermanas salesianas.
Pero Carmen es África, nuestra vecina del sur, que crece en esperanza de futuro. Porque África también está enferma de SIDA, abandonada a su suerte por el resto del mundo, con miles de infecciones en su cuerpo lleno de heridas: guerras, hambres, sequías, inundaciones, corrupción, miseria, ... Pero que, igual que Carmen María, puede superar su enfermada. Que nos tiende su mano para que la ayudemos en un caminar, juntos.
Un pueblo –muchos pueblos- que no lloran su situación, que la acepta pero no se resigna. Que lanza un grito al norte. Que nos pide, a cada uno de nosotros, que busquemos a “nuestra” Carmen María, que la miremos a los ojos y, si somos capaces, le neguemos lo que nos pide. Que intentemos decirle no a su grito de auxilio, a su grito de esperanza. No podrán. No podremos.
El viernes hablé con unos chicos de un colegio sobre la celebración, hoy, del Día del Ayuno Voluntario de Manos Unidas. Cada uno de ellos pagará 4€ por un bocadillo. ¿Qué es eso? ¿dos cervezas?¿una entrada de cine? Ni eso. Con esos 4€ de cada alumno (son 800) se construirá una escuela en Ghana. Con esos 4€ de cada alumno se enseñará a más de 1000 jóvenes el próximo año, y cada año de aquí en adelante. Con esos 4€ estarán dando esperanza de futuro a muchos niños que, de otra forma, tal vez no la tuvieran.
Con esos 4€ cada niño de ese colegio estará cambiando el mundo. Estará agrandando la sonrisa de Carmen María y de otras muchas como ella. De otros muchos niños, con nombres y apellido, con sueños, con esperanzas y con poco futuro.
Y es que, si escuchamos ese grito y damos algo de nuestra parte, podremos cambiar el mundo.
Comentarios
En Cádiz este año no lo haremos, tendremos una Oración para hermanarnos mas aún con nuestros hermanos del Sur.
Respecto a Carmen, no es la niña de la foto. Pero existe y la he conocido gracias a la salesiana de quien recibe el nombre. Me ha recordado porque entré en Manos Unidas. Y, como bien dices, muchas de esas cosas que me inculcaron de chico y que he dejado olvidadas en el camino.
Yo estoy centrada en un proyecto de investigación teatral sobre Kenya, y tengo claro que trabajo y trabajaré para mejorar su situación.
Este verano tengo pensado ir por allí, y a parte de escribir espero poder dedicar parte de mis días a estar en un orfanato de niños con SIDA.
(Perdona mi intrusión y felicidades por tu blog...)
Kai.
Y he de decirte, que me alegro que pienses ir y espero que lo hagas. En mi caso espero poder ir a América Latina el próximo año. Y, antes que tarde -y encuanto el maldito trabajo me lo permita- pediré una excedencia para marchar a África de voluntariado durante un año.
Es un sueño alcanzable, pero también una obligación moral.
Y bienvenida a este pequeño rincón.