De repente un estallido inundó el aire y una luz rojiza empezó a destellar en medio del mercado. Era la alarma, el indicativo de que toda la población debía dirigirse a la seguridad del refugio construido por Askanter. Si el refugio estaba activo, significaba que el archimago estaba al corriente de todo. Pero no todos estaban seguros de que eso fuese una buena noticia. En las inmediaciones de la casa comercial la gente se apresuraba a entrar por las gigantescas puertas de adamantina que protegían la entrada del refugio. Eran necesarios cuatro gigantes para poder abrir cada una de las hojas. Los gigantes habían tomado la plaza del mercado y, dirigidos por un espeluznante ser mitad pulpo mitad humano, se encargaban de mantener libres las calles hasta el refugio. En el cementerio algo llamo la atención de Actaeon, una especie de zumbido tras de sí se paró en seco y pudo ver un momentáneo pasillo entre los restos destrozados de los putrefactos muertos en el suelo. Aunque se había parado
Blog personal del historiador y escritor Javier Fornell. Un viaje por una vida pasada, futura e imaginada.