La gente de los barrios más pobres mostraban su miedo, en la taberna habían sobrevivido muy pocos, y pese a lo dicho por el trovador, habían caído de todas las razas por igual. Los que habían entrado nada más terminar la carnicería decían que la situación era aterradora. Y aquellos que lograron salir decían que el líder de la jauría era un enorme lobo de pelo blanco como la plata y con unos ojos dorados que parecían cambiar de color como si de una llama se tratará.
Desde el gobierno de la ciudad se había dado la orden de buscar a los lobos, pero no había señal de ellos. Se ordenó que se reforzara la guardia, que se cerraran las puertas antes del anochecer -y no después como era costumbre- y se encargó a los cazadores reales realizar una batida en la ciudad y sus alrededores.
Esa noche se escucharon aullidos Frikigard y a la mañana siguiente se echó de menos a varios vagabundos. Nadie preguntó qué había pasado con ellos.
Actaeon habían escuchado los rumores, que a muy pocas horas, ya estaban verificados y el licántropo no se quedo de brazos cruzados. Estaba en su naturaleza el plantearse el porqué de los hechos y la solución a los problemas. El lupino había sido creado por su madre y diosa, al igual que al resto de su raza, con el propósito de cuidar de los humanos, protegerlos del Wyrm y de ellos mismos, y por más que estos por, todos sus aberrantes actos, no mereciesen ni una gota de sudor lupina, él no podía rehusar a la misión con la que había sido concebido.
Lobos- pensó- esto es raro. No suelen entrar a las ciudades sin más, solo cazan venados o semejantes. La carne humana solo es una opción para quienes están en peligro, y este no es el caso.....
Conocía los sitios más privilegiados, secretos y altos existentes en la ciudad, producto de su búsqueda de soledad, pero en esta ocasión la solución no era ir a esos sitios, por más que pudiese ver hasta el rincón mas milimétrico de la ciudad. Por contra, la primera y la segunda noche tras la masacre, el garou comenzó a rondar la ciudad, de árbol en árbol, de tejado en tejado. Solo una estela de sombra podía verse en aquella milésima en la que posaba uno de sus pies en la rama o tejado. Aprovechando tan bien cada sombra que, para cualquiera que no tuviese una percepción muy elevada, sería prácticamente imposible detectarlo. Pero sabía que quien controlaba a los lobos si lo percibiría, y eso era precisamente lo que Actaeon deseaba.....
Comentarios
Por otra parte, me hubieses pedido la version "grande" de la foto, sin pixel :P....
Seguire esperando las siguientes publicaciones ^^