Desde entonces mi vida cambió a mejor, y hoy puedo decir con orgullo que la balanza de mi vida solo tiene dos dígitos: dos 9. Aún me queda mucho camino por andar, muchos kilos que perder. El siguiente reto, dejar los 90 atrás y entrar en los 80, y luego veremos hasta donde llegamos.
Pero hoy quiero dar las gracias. Las gracias a los que han estado a mi lado todo este tiempo. A mis padres, mis hermanos, mis amigos. A esos que cuando llegaba a un bar me reñían por pedir una tapa o una cerveza. A esos que me decían, “vamos andando” y no cogían el autobús. A esos que antes me decían “estás más gordo” y ahora me dan un golpe en la espalda antes de decir “estás más delgado, pero aún queda”. A esos que animaban diciendo: “cuando adelgaces serás el más buenorro del grupo”… a todos ellos, por tanto, gracias y seguir a mi lado.
Y a mi endocrino, ¡mamón, rebájame la consulta!
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