No sé a ustedes, pero a mi el SAS, o Servicio Andaluz de Salud, me da miedo. Miedo porque más que Servicio Andaluz de Salud, debería ser de Sorpresa. Pero de sorpresa mala. Uno entra en uno de nuestros hospitales y nunca sabe cuando va a salir. Es más. Uno entra sano y, de la espera para cualquier cosa, acaba malo. Y si es verano, ya ni les cuento. Algún día, algún técnico, tendrá que explicarme porque en julio y agosto se cierran la mitad de las camas en un lugar como Cádiz, donde el turismo se dispara en estos meses. Pero es que, además, el SAS es un caos. Hace dos años sufrí una experiencia traumática. Me partí el dedo gordo de la mano derecha. Sí, ya se que no es nada del otro mundo, pero intente usar un ratón o un teclado con ese dedo escayolado. Imposible. Quince días haciendo de zurdo y un mosqueo enorme que empezó poco después de levantarme del sofá. Porque me partí el dedo levantándome de un sofá. Sí, sí, han leído bien, levantándome, que no levantándolo. Se hundió el co