Es injusto, dicen, que en un mundo moderno y progresista, del
siglo XXI, haya privilegiados que tengan un puesto de trabajo predestinado solo
por nacer siendo hijo de alguien que ha ejercido ese mismo puesto. Es injusto
que, en una sociedad moderna, solo por nacer, ya seas algo diferente, dicen. Y
lo es, claro que lo es. Eso es algo que sé desde hace tiempo, desde el mismo
momento en que aquella mujer de enormes ojos avellanas y pelo negro corto me
miró con su intensa mirada y dijo:
-Soy prostituta. Igual que mi madre, igual que mi abuela antes que
ella. Igual que lo serán mis hijas… sino cambiamos la situación.
Sí, es injusto que en pleno siglo XXI sigan existiendo personas
que por el hecho de nacer tengan que ser prostitutas. Es injusto, como lo es,
que en pleno siglo XXI siga existiendo la esclavitud en este mundo. Tan injusto
como que se nos llene la boca de criticar la injusticia desde nuestros cómodos
hogares y pegados a teléfonos móviles que podrían mantener a una familia un año
entero.
Sí, este mundo es injusto. Demasiado. Tanto que cientos de miles de niños se mueren de hambre, mientras en el occidente progresista se desperdician millones de toneladas de comida. Tan injusto que señoras ataviadas con tantas joyas como buena voluntad se dejan el alma para conseguir ayudar a “sus pobres”. Como si los más necesitados fueran propiedad de alguien.
Injusticia es vivir en un mundo tan injusto que creemos que existe
la justicia solo porque nosotros vivimos medianamente bien.
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