La vida, como la Vuelta a España, se compone de etapas. Naces en la salida y vas quemando días en la carretera, pedalada a pedalada, año a año, de tierno infante a decrepito anciano. Y en cada paso dado se va dejando atrás una etapa de la vida. La infancia, añorados años dorados donde las preocupaciones no existen más allá del sabor del caramelo. La adolescencia, niñez robada que transforma en adulto al niño. Niñez larga la vivida en mi adolescencia, para saltar a la madurez creída de la veintena y la vejez precoz de la treintena. Y en cada etapa, una etapa: el EGB, el BUP, la Universidad, los primeros trabajos, los años pasan y con cada año una nueva puerta, una nueva meta que cruzar antes de descansar ante el siguiente día, el siguiente año, la siguiente fotofinish.
Y en cada etapa, algunos se quedan atrás. Unos no logran subir los altos puertos que coronan las etapas reinas, otros caen en el llano en cualquier rotonda o cruce. Otros hacen el afilador y se llevan consigo a otros. Y todos ellos van quedando atrás, como recuerdos, cromos que nos muestran las fotos de lo que fueron, de lo que fuimos, de lo que hicimos, de lo que hicieron.
Etapas que se terminan dejando paso a otras nuevas. A veces felices finales, otros no tan alegres, pero todos abriendo al esperanza ante al nuevo camino mostrado.
Y en cada etapa, algunos se quedan atrás. Unos no logran subir los altos puertos que coronan las etapas reinas, otros caen en el llano en cualquier rotonda o cruce. Otros hacen el afilador y se llevan consigo a otros. Y todos ellos van quedando atrás, como recuerdos, cromos que nos muestran las fotos de lo que fueron, de lo que fuimos, de lo que hicimos, de lo que hicieron.
Etapas que se terminan dejando paso a otras nuevas. A veces felices finales, otros no tan alegres, pero todos abriendo al esperanza ante al nuevo camino mostrado.
Comentarios
Madurar es, en definitiva, saber cuál es nuestro punto de llegada y arriesgarnos a encontrar el camino hacia él. Claro que es triste ver cómo los compañeros y compañeras van desapareciendo, pero es hermoso verles coger sus propias sendas.
Aunque en el fondo yo tampoco estoy donde estaba. Casi, casi, pero no. Algo me he movido. Ya no soy el niño que se hartaba de caramelos, ahora prefiero el pollo 67, pero es complicado comprarlo en Cádiz...
Oye, ¿lo del pollo 67 qué es? ¿es del mismo dueño que el vagi 96?
Pero está buenisimo y uno acaba sin poder resistirse a comerlo una vez que lo ha probado.
Y sí, antes de boda ¡PIES QUIETOS!