
El capitán de la guardia, sin embargo, se mostraba inquieto. Había algo en todo aquello que no le gustaba.
-No lo entiendo, Gilles. ¿Porqué no nos atacan por esta banda? Dicen que en la puerta norte el olor es insufrible, que esos locos están lanzando cuerpos mutilados de los infelices campesinos que no lograron llegar a la ciudad. En el resto, están lanzando de todo, y el asedio está en marcha. Parece como si quisieran tomar la ciudad en un día, como si no quisieran que la noche les cogiera en la lucha. Y sin embargo esta muralla no ha sido tocada. Sigue virgen en esta maldita guerra.
Gilles lo miró sin asombro. Había estado en muchas batallas, sobre todo con Fururland. Y había participado en algunos asedios, así que el también entendía la preocupación del capitán. Estaba a punto de contestarle cuando vio como se desfiguraba el rostro del oficial. La muralla tembló bajo sus pies un instante. Solo un segundo. Pero lo suficiente para comprender lo que ocurría. Ninguno de los dos necesitó palabra alguna. Sus ojos mostraban el miedo, el sudor indicaba la cercanía de la muerte. Un leve susurro servía para pedir ayuda a los dioses. Para despedirse silenciosamente de sus seres queridos. Un simple segundo.
La ciudad entera vibró con la explosión. Trozos de muralla cayeron aquí y allí, acompañados de los cuerpos de aquellos que vigilaban el oeste. El griterío de los hombres de Frikigard quedo silenciado por el ruido de los cascotes al chocar contra el suelo. Donde antes estaba la muralla, ahora solo se veía un enorme socavón humeante. Los sitiadores había minado la defensa de la ciudad. Mientras el ataque se distribuía uniformemente por el resto de la capital del reino, la muralla del oeste se había mantenido limpia de ataques. Pero bajo el subsuelo, expertos mineros venidos del otro lado del mundo hacían su trabajo....
A lo lejos, los hombres y las bestias se prepararon para la lucha. Su rugir se mezcló con el dolor de los ciudadanos.
El capitán y Gilles resbalaron por el tejado puntiagudo de la torre de una casa. Sus ojos abiertos aún reflejaban el rostro de la muerte...
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