
Pero lo peor estaba por venir. Desde el norte los trabucos comenzaron a funcionar. El primer cuerpo mutilado cayó cerca de la puerta de entrada, en unos pocos minutos el suelo se lleno de sangre y visceras de aquellos cadavares, que si bien no habitaban la ciudad, sin duda si habitaban el reino.
Por el sur y al este se escucharon los gritos de los hombres lanzandose sobre la ciudad. Las primeras escalas se elevaron hacia el cielo, mientras desde las murallas los hombre intentaban evitarlo. La lluvia de flechas impactaba por igual a amigos y enemigos. Sin duda aquel que estaba al frente del ejercito sitiador no tenía problema en sacrificar a sus propios hombres que, poco a poco, comenzaban a llegar a las almenas.
Hombres cubiertos de pieles y con arcaicas armaduras de cuero y oxidado hierro comenzaron a acceder a la muralla. Sus rostros mostraban fanatismo, odio y miedo. Y era precisamente el miedo lo que les empujaba a la lucha. Un miedo que pronto ocupó el rostro de todos cuando un demoníaco ser sobrevoló por primera vez la ciudad.
Escondido entre las sombras de la ciudad un joven observaba lo que ocurría en el Templo de Om. Parecía que en aquel lugar, en aquel templo sagrado, se estaba preparando una defensa. Y algo le decía que aquellos que allí se reunían serían peligrosos.
Corrió por los callejones, como alma que lleva el diablo, hasta una vieja casucha. Nadie se fijó en él. Un jovenzuelo asustado que corría a casa en mitad de un asedio. Se arrodillo ante quien presidia aquella destartalada sala, e informo de lo que ocurría.
-Aun no es la hora, pero mandaré que se preparen. No les dejaremos salir de allí.- La potente voz resonó en la sala, mientras dos guerreros se aprestaban a salir hacia el templo. Ocultos en sombras corroboraron lo dicho por el informante.
La hora estaba cerca.
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