
El Rata se jactaba de haber lamido el pelaje de tan querido animalito y eso, más allá de la realidad de la acción, le valió su sobrenombre. Si les digo la verdad, no recuerdo su nombre real. Creo que no llegué a conocerlo del todo pese a que fuimos compañeros casi toda
Aún recuerdo un día, estaríamos en 5º o 6º de EGB y yo me había juntado con Mario -un mexicano que me adentró en el mundo del rol-, con Montes, Simonet y alguno más para jugar al D&D en el recreo, cerca de los fosos de arena. El Rata estaba allí, jugando con unos niños más pequeños, tal vez de 2º o 3º, haciendo carreras de escarabajos y gritando que esos negros insectos sabían a chocolate. Nosotros, a esas alturas, estábamos enfrascados en nuestras propias historias intentando acabar con algún dragón o algo por el estilo, y no le echábamos mucha cuenta. Pero otros sí. Un grupo de BUP estaba por allí cerca y se acercaron a aquel pobre muchacho a pedirle que lo repitiera. Él lo hizo y los depredadores de la selva escolar vieron una nueva forma de divertirse. Aquel día el Rata vomitó escarabajos en clase y, por una vez, nadie se rió de él. Todos le compadecieron y ayudaron y él se sintió uno más del grupo. Solo por aquella vez. Al año siguiente, no volvió al colegio.
Mucho tiempo después, uno se da cuenta de quienes eran las verdaderas ratas y quién el "león" que se enfrentaba a todos con una sonrisa entre timida e infantil. Y lo peor es que, pese a estar en la parte baja de aquel maldito rombo que aún se repite en muchas escuelas, yo también fui cruel muchas veces con él. Tal vez dejandome llevar por el grupo, tal vez por miedo a convertirme en el centro de las burlas, tal vez podría poner muchas excusas, pero ninguna es valida porque jamás, ni siquiera aquel día, llegué a pedirle perdón o tenderle una mano amiga.
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