Don José Juez era un maestro de los antiguos. De esos que saben de todo y son capaces de enseñarte cualquier cosa. En Ríolete tenían la costumbre de que el maestro acompañará a los alumnos por toda la primera etapa de
Pues bien, hoy les voy a contar una de las muchas historias que D. José protagonizó en mi vida. Tal vez la recuerde con mayor viveza por como se vivieron aquellos años en Ríolete, con los aviones y helicópteros americanos pasando sobre nuestras cabezas camino de la base de Rota. Eran los tiempos de la primera guerra del Golfo y D. José estaba seguro de que una bomba atómica lanzada por Sadam Husein, o por sus aliados del norte de África, iba a caer sobre nuestro colegio. Estaba seguro de que los aviones iraquíes fuesen capaces de sobrevolar todo el Mediterráneo sin ser vistos, pero también estaba absolutamente convencido de que confundirían el patio de nuestro colegio con la base naval. Así que comenzó a explicarnos lo que debíamos hacer si veíamos un avión dirigirse hacia nuestra ventana.
-¡Chicos!. Si ven un avión de guerra sobrevolar el colegio.
- ¿Cómo ese? Maestro- la voz de Aguja sonó con miedo desde el final del aula mientras señalaba uno de los muchos aviones que pasaban a diario sobre nuestras infantes cabezas.
-No, Aguja, ese es americano. Es de los nuestros. Solo si veis un avión iraquí.
- Maestro ¿como es un avión iraquí?- Ahora era Lacueva el que levantaba la mano.
- ¿Tu eres tonto?- le respondía Aguja- los aviones iraquíes son moros.
Y con eso todo solucionado y D. José podía continuar su explicación.
-Si veis un avión que viene hacia aquí. O algo muy grande volando solo. Os metéis debajo del pupitre. Os tapáis la cabeza con las manos y esperáis a que os den permiso los profesores para levantaros.
-Pero maestro, ¿la bomba atómica no es lo que lanzaron en Hiroito?- era la voz de Puntilla, el empollón de la clase- Creo que esto no funcionará. Sería mejor rezar un padre nuestro...
D. José se puso verde, mientras gritaba que era Hiroshima y que en la clase mandaba él y que debíamos hacer lo que el dijese. Aunque al final tuvo que reconocer que lo del padre nuestro no era mala idea....
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